Nuevo récord de turistas en la Antártida genera preocupación por el impacto ambiental
Decenas de miles de turistas llegan al continente blanco esta temporada y se encienden las alarmas sobre los riesgos para la biodiversidad y el ambiente.
La temporada 2023/2024 batirá un nuevo récord de llegada de turistas a la Antártida. Unas 100 mil personas habrán desembarcado en el continente blanco entre octubre de 2023 y marzo de 2024, lo que es un 40 % más que el récord anterior.
La afluencia humana recreativa abre los debates y algunas voces ya expresaron su preocupación por el riesgo ambiental: "Ese número realmente encendió las alarmas”, dijo a la BBC Claire Christian, directora de la Coalición Antártica y del Océano Austral, que agrupa a organizaciones no gubernamentales a favor de la conservación de la Antártida.
El turismo antártico no es nuevo. Se inició en la década del 1950 con barcos que trasladaban algunas decenas de pasajeros. Pero el caudal fue aumentando y alcanzó un récord en la temporada 2018-2019, con el arribo de 56.168 turistas.
Hay 200 puntos en la Antártida que reciben turismo, pero son sólo 30 los que se visitan con más frecuencia. La mayoría de estos 30 destinos están ubicados en el archipiélago de las islas Shetland del Sur y en el estrecho de Gerlache, al noroeste de la Península Antártica.
Los visitantes llegan mayormente en cruceros cuyo valor de base ronda los 10 mil dólares. La oferta de actividades incluye caminatas, avistaje de fauna, recorrida por las instalaciones científicas, paseos en bote, en kayaks, campamentos, escaladas, buceo, snorkel y hasta surf de remo.
Como es esperable, el arribo masivo de contingentes de todo el mundo abre el debate sobre el impacto ambiental que puede sufrir el continente blanco.
Regulaciones ¿insuficientes? para frenar el impacto ambiental
Los operadores turísticos a la Antártida se agrupan en la Asociación Internacional de Operadores de Turismo Antártico (IAATO, por sus siglas en inglés), que actualmente incluye 95 embarcaciones en su nómina.
Estos operadores deben seguir las pautas vigentes del “Manual de reglamentos y directrices relevantes para las actividades turísticas y no gubernamental en la Antártida”, cuyo contenido fue aprobado por la 43° Reunión Consultiva del Tratado Antártico, y que incluye las disposiciones aplicables al turismo del Tratado Antártico y del Protocolo sobre Medio Ambiente.
Las directrices contienen las instrucciones específicas sobre cómo desarrollar las actividades. Incluyen una guía práctica para operadores, teniendo en cuenta la sensibilidad de cada lugar.
Además, establecen la cantidad máxima de barcos y de pasajeros que pueden llegar a un sitio al mismo tiempo, un código de comportamiento (que incluye la velocidad de las caminatas y la distancia respecto de animales y objetos), prohibiciones y advertencias.
Los operadores turísticos, por su parte, sostienen que la conservación de la Antártida es parte de su misión. La oportunidad de educar e inspirar "es fundamental para salvar los lugares silvestres e impresionantes que visitamos", afirmó a la BBC Hayley Peacock-Gower, directora de marketing de la empresa Aurora Expeditions.
Riesgos y preocupaciones por el futuro de la Antártida
Las agrupaciones ambientalistas manifiestan su preocupación por la suficiencia de las reglamentaciones vigentes frente a un caudal turístico en permanente ascenso, y subrayan algunos riesgos.
Por un lado, la introducción involuntaria e inadvertida de especies no nativas. Según informa la BBC, algunos estudios de biodiversidad inspeccionaron la indumentaria y el calzado de los turistas y encontraron gran cantidad de especies no nativas “colándose” en la Antártida.
Aunque este no sería el mayor peligro, si se extremaran las medidas preventivas, como usar indumentaria y equipamiento que jamás se usó antes.
Lo que más preocupa es la huella de carbono. Varios estudios han demostrado que en la Península Antártica, la nieve tiene mayor concentración de carbono negro que proviene de los gases de escape de los barcos.
Se calcula que un turista antártico emite 3,76 toneladas de carbono, lo que equivale a la emisión de una persona en un año entero.
Todo esto acelera el derretimiento de la nieve: un estudio calculó que, entre 2016 y 2020, cada turista derritió unas 83 toneladas de nieve, debido en gran parte a las emisiones de los cruceros.
"Ahora estamos viendo que es urgente gestionar adecuadamente esta industria y su efecto en un medio ambiente muy frágil y que está cambiando rápidamente", dijo Claire Christian.
Las compañías de cruceros planean incorporar nuevos barcos que generen menos emisiones de carbono: "Creemos que las expediciones en barcos pequeños son el camino a seguir, con un menor número de pasajeros, lideradas por expertos y operando con el máximo respeto al medio ambiente", dijo Hayley Peacock-Gower, de la IAATO.
Mientras tanto, el número de turistas sigue creciendo, lo que seguramente traerá más debates y obligará a los países del Tratado Antártico a establecer nuevos acuerdos para preservar el medio ambiente en aquel confín del planeta.