Caos en el espacio: el calentamiento global podría desencadenar el síndrome de Kessler

El temido síndrome de Kessler, una cascada de colisiones espaciales, podría volverse más probable debido a un efecto indirecto del calentamiento global: la ralentización de la "escoba" atmosférica.

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La atmósfera se adelgaza y los desechos espaciales tardan más en caer, aumentando el riesgo de colisiones.

Cuando se habla de cambio climático, casi siempre la conversación gira en torno a olas de calor, incendios forestales, lluvias torrenciales, zonas costeras que podrían quedar bajo el agua y cultivos en jaque. Sin embargo, los efectos de este fenómeno no se limitan al suelo que pisamos. Un estudio recientemente publicado en Nature Sustainability, descubrió algo inesperado: el calentamiento global también podría estar complicando el problema de la basura espacial.

Sí, aunque suene raro, lo que pasa en la atmósfera también impacta en el espacio.

¿Qué tiene que ver el cambio climático con los satélites?

Para entenderlo, hay que hacer un pequeño repaso. Nuestra atmósfera no es uniforme. Se divide en capas, como si fueran las capas de una cebolla. La más baja, la tropósfera, es donde se forman las nubes, llueve, se arman los frentes y ocurren los fenómenos meteorológicos que vemos todos los días. Más arriba, la estratósfera guarda la capa de ozono, y a medida que se sube aparece la mesósfera y, después, la termósfera.

Y ahí empieza lo interesante. La termósfera arranca a unos 80 kilómetros de altura y se extiende hasta los 700. Es un lugar donde las temperaturas pueden superar los 2500 °C, aunque ese calor no se siente porque las partículas de aire están tan separadas entre sí que no transmiten su energía a los objetos sólidos. En esa región flotan miles de satélites y pedazos de chatarra espacial que quedaron dando vueltas tras décadas de lanzamientos.

Aunque el espacio parece infinito, la zona que rodea la Tierra -la llamada órbita terrestre baja, o LEO por sus siglas en inglés- es bastante limitada. Ahí, objetos que viajan a decenas de miles de kilómetros por hora pueden chocar entre sí, y ya ocurrieron incidentes que dejaron una buena cantidad de escombros flotando.

El síndrome de Kessler: cuando la basura se vuelve un problema serio

Desde hace tiempo, especialistas advierten sobre el llamado síndrome de Kessler, un escenario en el que las colisiones entre satélites y restos espaciales generan más escombros, y eso, a su vez, provoca más choques, en una reacción en cadena que podría dejar inutilizable la órbita baja.

No sería solo un problema para los astronautas, sino también para los sistemas de comunicaciones, los satélites meteorológicos, los telescopios espaciales y las herramientas que se usan para monitorear el clima y los incendios desde el espacio.

Por suerte, el mismo roce con la tenue atmósfera de la termosfera funciona como una especie de escoba espacial. Con el tiempo, los objetos pierden velocidad y terminan cayendo hacia la Tierra, desintegrándose en las capas bajas.

Pero acá viene el problema: el cambio climático está debilitando esa escoba.

¿Por qué? Porque el calor no sube

El calentamiento global, impulsado por los gases de efecto invernadero, está atrapando más calor en las capas bajas de la atmósfera y, paradójicamente, está enfriando las superiores, como la termósfera. Cuando el aire se enfría, se contrae. Así que esa capa se vuelve más delgada y, como consecuencia, ofrece menos resistencia aerodinámica a los objetos que ingresan al planeta. Esto significa que los restos espaciales tardan mucho más en desintegrarse.

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La atmósfera esta perdiendo su capacidad de desintegrar la basura espacial.

El estudio, liderado por investigadores del MIT y la Universidad de Birmingham, advierte que si bien la órbita baja se considera una región que se “autolimpia”, ese proceso se está volviendo cada vez más lento. Y cuanta más chatarra quede flotando, mayor es el riesgo de desencadenar una reacción tipo Kessler.

La industria espacial y la contradicción verde

Como si fuera poco, la industria espacial está atravesando su propio dilema ambiental. Por un lado, empresas tecnológicas compiten por lanzar megaconstelaciones de satélites que ofrecen internet global, pero a la vez complican las observaciones astronómicas y saturan las órbitas. Por otro lado, muchas de esas mismas compañías impulsan enormes centros de datos para la inteligencia artificial, que demandan cantidades monstruosas de energía.

El resultado: esas firmas que sueñan con conquistar el espacio podrían terminar contribuyendo a su saturación y, peor aún, a cerrarse ellas mismas la puerta.

Lo irónico es que si quieren seguir sacándole provecho al negocio satelital, antes van a tener que empezar a cuidar ese espacio. No solo con políticas de reducción de carbono en la Tierra, sino también con mejores planes de gestión de residuos orbitales.

Porque el cambio climático, está claro, ya no se queda abajo.

Referencia de la noticia:

Parker, WE, Brown, MK y Linares, R. Los gases de efecto invernadero reducen la capacidad de carga de los satélites en órbita terrestre baja. Nat Sustain (2025).