¿Podría el asteroide 2024 YR4 colisionar con la Luna? Astrónomos explican posibles efectos en el satélite y en la Tierra

Un asteroide del tamaño de un edificio casi choca con la Tierra… y ahora podría estrellarse contra la Luna. ¿Qué descubrió el telescopio James Webb?

El asteroide 2024 YR4, en una imagen del 27 de enero.NASA/Instituto de Tecnología de Nuevo México.

El 27 de diciembre de 2024, un nuevo asteroide fue detectado por el sistema ATLAS en Chile. Bautizado como 2024 YR4, este objeto rocoso de apenas 60 metros de diámetro captó de inmediato la atención de los astrónomos por una razón inquietante: su posible trayectoria de impacto con la Tierra.

Las primeras estimaciones orbitales indicaban una probabilidad del 3.1 % de colisión para el 22 de diciembre de 2032. Aunque numéricamente baja, esta posibilidad era suficiente para ser tomada muy en serio, especialmente considerando el potencial destructivo de un cuerpo de ese tamaño si llegara a impactar una zona habitada.

Un asteroide de 60 metros, aunque pequeño en términos astronómicos, puede liberar energía equivalente a decenas de bombas nucleares si entra en la atmósfera terrestre. El famoso evento de Tunguska en 1908, que arrasó miles de hectáreas en Siberia, fue causado por un objeto de características similares.

Ante este posible escenario, la comunidad científica internacional activó sus protocolos de monitoreo de objetos cercanos a la Tierra (NEOs, por sus siglas en inglés), y se trazó un plan para observar con mayor precisión la órbita de 2024 YR4. Así entró en juego uno de los instrumentos más sofisticados de la actualidad: el telescopio espacial James Webb.

El ojo infrarrojo del Webb entra en acción

El telescopio espacial James Webb, especializado en observaciones del Universo en el infrarrojo, fue dirigido hacia el asteroide el 26 de marzo de 2025. Sus instrumentos NIRCam y MIRI lograron capturar imágenes precisas y mediciones térmicas de 2024 YR4, fundamentales para estimar su tamaño y composición.

Gracias a estas observaciones, se determinó que el asteroide tiene un diámetro de aproximadamente 60 ± 7 metros. Esta precisión en el cálculo permite afinar los modelos orbitales y comprender mejor su comportamiento térmico, lo cual influye directamente en su trayectoria a largo plazo.

Además, el telescopio ayudó a caracterizar el albedo (reflejancia) del asteroide, lo cual es crucial para estimar cómo absorbe y emite calor del Sol. Estas propiedades influyen en el llamado efecto Yarkovsky, una sutil pero constante presión térmica que puede alterar ligeramente su órbita con el tiempo.

Con los nuevos datos en mano, los expertos del Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA (CNEOS) actualizaron los modelos de predicción. La mejor noticia: se descartó prácticamente cualquier posibilidad de impacto con la Tierra en 2032. Sin embargo, surgió una posibilidad inesperada: una posible colisión con la Luna.

¿Un impacto lunar en el horizonte?

Aunque la amenaza terrestre fue descartada, el análisis refinado sugiere una posibilidad de alrededor del 2 % de que el asteroide impacte la Luna en diciembre de 2032. Aunque improbable, este escenario ha despertado un gran interés científico por las oportunidades que podría ofrecer.

Un impacto controlado o anticipado sobre la superficie lunar brindaría una ocasión sin precedentes para estudiar la dinámica de colisiones en cuerpos sin atmósfera. Sería posible observar el cráter en formación, la dispersión del material e incluso analizar el subsuelo lunar expuesto por el choque.

Gráfico de las posibles ubicaciones (representadas por puntos amarillos) del asteroide 2024 YR4 el 22 de diciembre de 2032, al 2 de abril de 2025. NASA JPL/CNEOS

Además, podría ofrecer datos clave para entender cómo proteger futuras infraestructuras en la Luna, como bases científicas o hábitats humanos. Un impacto de esta magnitud, aunque menor podría generar riesgos para misiones en curso si se encuentra cerca de la zona del impacto.

Aunque no hay peligro para la Tierra, el seguimiento de este tipo de asteroides es vital. Nos recuerda que el Sistema Solar es dinámico y que objetos relativamente pequeños pueden convertirse en protagonistas de eventos astronómicos o incluso geológicos si llegan a interactuar con cuerpos planetarios.

Vigilancia cósmica y cooperación global

El caso de 2024 YR4 ha puesto de nuevo sobre la mesa la importancia de los sistemas internacionales de defensa planetaria. Instituciones como la NASA, la ESA y el sistema de alerta de impacto de la IAWN (International Asteroid Warning Network) trabajan en conjunto para anticipar y mitigar posibles riesgos.

La colaboración entre telescopios terrestres y espaciales, como el James Webb, permite una cobertura más precisa y rápida. En el caso de este asteroide, fue esencial para pasar de un escenario de alarma a una situación bajo control en cuestión de semanas.

Aun así, las observaciones no se detendrán. Están previstas nuevas sesiones de estudio en mayo de 2025 para refinar aún más su trayectoria, estudiar la evolución térmica del cuerpo y reducir incertidumbres sobre el posible impacto lunar.

2024 YR4 no será ni el primero ni el último asteroide en hacernos mirar con atención al cielo. Pero sí es un claro ejemplo de cómo la ciencia, la tecnología y la cooperación internacional nos permiten transformar una amenaza potencial en una oportunidad única para aprender más sobre nuestro vecindario cósmico.