El Tiranosaurio que nunca rugió: lo que la ciencia desmiente de Jurassic Park
Ni rugidos ensordecedores ni persecuciones a toda velocidad: la ciencia reescribe la historia del T.rex más famoso del cine.
En 1993, el estreno de Jurassic Park nos llevó al fascinante mundo de los gigantes prehistóricos y desató una ola de dinomanía. En el centro de la escena brilló el Tyrannosaurus rex, el colosal depredador que aterrorizaba a los protagonistas por su tamaño, su aspecto monstruoso y su rugido ensordecedor.
Pero el avance de la ciencia y la filogenética (el estudio del origen y desarrollo evolutivo de las estirpes de seres vivos) han puesto en duda varios de los rasgos que vimos en el T.rex, y que, acaso, fueron producto de la imaginación del genial Spielberg y de los ingenieros de imagen y sonido que recrearon el mundo jurásico.
¿Rugido o arrullo?
Los aparatos de fonación son tejidos blandos que no se fosilizan, por lo que los científicos han tenido que reconstruir los sonidos posibles de los dinosaurios basándose de otras pistas.
Del examen de la anatomía se sabe que no tenían cuerdas vocales. En su lugar, parece que contaban con sacos de aire en el tórax, que, al llenarse de aire, generaban sonidos al pasar por el esófago. Un sistema similar al de las aves.
Así, el rugido ensordecedor que asociamos al T.rex, no podría haber salido de la garganta de un dinosaurio real. Esta teoría, la más aceptada en la actualidad, estima que los grandes dinosaurios emitían sonidos de baja frecuencia, similares a los arrullos de palomas o gruñidos de aves grandes como los avestruces.
En Jurassic Park, los rugidos del T.rex fueron resultado de varios meses de investigación y creación del ingeniero de sonido Gary Rydstromtal. El rugido que escuchamos es, finalmente, la mezcla perfecta del sonido de otros 4 animales: un pequeño perro Jack Russell terrier, el chillido de un elefante bebé, el gorgoteo de un caimán y el gruñido de un tigre.
Furioso y ¿rápido?
La velocidad del Tyrannosaurus rex ha sido motivo de debate entre los científicos. A pesar de las persecuciones en la película, los estudios más recientes sugieren que sus capacidades físicas eran más limitadas y que no corría tan rápido como se muestra.
Investigaciones biomecánicas indican que, debido a su enorme tamaño y peso, este dinosaurio probablemente caminaba a un ritmo rápido o apenas trotaba, pero difícilmente alcanzaría velocidades superiores a 20 km/h. Correr a altas velocidades habría sido peligroso para sus huesos, que no resistirían el impacto asociado con movimientos tan rápidos.
Se estima que podía caminar a unos 4,6 km/h, similar al ritmo humano promedio, lo que encaja con su estructura robusta y su peso extremo. Sin embargo, esto no lo hacía menos efectivo como depredador. Su velocidad era suficiente para acechar presas grandes, combinando su fuerza con un probable enfoque estratégico en cacerías.
¿Cazador o carroñero?
En Jurassic Park, el T.rex se presenta como un depredador letal. Aunque ciertamente era un formidable cazador, los científicos sugieren que también podría haber sido oportunista, aprovechando cualquier recurso alimenticio disponible, incluida la carroña. Su mandíbula extremadamente poderosa, capaz de triturar huesos, le permitía extraer nutrientes de presas completas, algo que pocos animales modernos pueden hacer.
El debate sobre si el Tyrannosaurus rex era un cazador activo o un carroñero se basa en su anatomía y en el análisis del entorno fósil. Los defensores de la hipótesis de cazador destacan características como su poderosa mordida, su agudo sentido del olfato y su visión binocular, adaptaciones ideales para detectar y perseguir presas.
Además, marcas de dientes en huesos fósiles de otros dinosaurios sugieren que el T. rex atacaba activamente a sus víctimas, dejando heridas que podrían haber sido mortales.
Por otro lado, la idea de que era principalmente carroñero surge de su corpulencia y sus cortos brazos, que podrían haber dificultado enfrentarse a presas grandes y veloces. Sus fosas nasales grandes y un excelente sentido del olfato son características comunes en animales carroñeros modernos, como los buitres, que detectan cadáveres desde grandes distancias. Lo más probable es que el T.rex combinara ambas estrategias.
¿Plumas o escamas?
La apariencia del Tyrannosaurus rex ha sido objeto de intenso debate científico, especialmente en cuanto a si estaba cubierto de plumas o de escamas. Originalmente, los paleontólogos asumieron que este dinosaurio, como otros reptiles, tenía una piel completamente escamosa. Esta idea estaba respaldada por impresiones fósiles de piel encontradas en los primeros restos del T.rex, que mostraban un patrón escamoso típico de los reptiles.
A comienzos del siglo XXI, descubrimientos en yacimientos fósiles en China comenzaron a desafiar esta idea. Restos de dinosaurios emparentados con el T. rex revelaron estructuras similares a plumas primitivas, conocidas como "protoplumas".
Estos hallazgos, junto con estudios de filogenia y métodos como el análisis de parentesco con aves y cocodrilos, sugirieron que los tiranosauroideos, el grupo al que pertenece el T. rex, heredaron plumas en algún momento de su evolución. Esto llevó a muchos científicos a considerar la posibilidad de que, al menos en ciertas etapas de su vida, el T.rex tuviera plumas.
Sin embargo, la ausencia de fósiles que muestren directamente plumas en el T. rex, junto con las evidencias de piel escamosa en sus restos, llevó a proponer una solución intermedia. Al igual que algunos mamíferos grandes actuales han perdido pelo para adaptarse a su entorno, el T. rex pudo haber retenido plumas en áreas específicas o haberlas perdido al alcanzar grandes tamaños, especialmente si vivía en regiones cálidas.
En la actualidad, la idea predominante es que el Tyrannosaurus rex combinaba escamas con posibles parches de plumas primitivas, particularmente durante su etapa juvenil. Este equilibrio entre evidencia fósil y reconstrucciones evolutivas sigue fascinando tanto a la comunidad científica como al público general.
Claro está que el cine no siempre respeta el rigor científico, y nada más lejos de nuestra intención que restarle mérito a una obra maestra como Jurassic Park. Películas como estas nos regalan algo igual de valioso: la capacidad de visitar otros mundos, maravillarnos y desear saber más. Ese es, después de todo, el motor del conocimiento humano.